Angustia
¿Qué es la depresión?
La depresión es un mal de nuestro tiempo, uno de los más diagnosticados y medicados, que no deja de expandirse a modo de pandemia. Paradójicamente, a medida que se extiende, las preguntas sobre un malestar tan relacionado con lo subjetivo se dejan de lado para ceder su lugar a respuestas ya dadas sobre su origen biológico (nunca confirmado). Limitarse a tratarla como un asunto de «mala suerte» genética acompañada de su habitual tratamiento farmacológico la convierte en un mal a combatir que no necesita preguntas.
Despliegue sintomático
Se trata de una tristeza persistente caracterizada por un sentimiento de desinterés por la vida, un doloroso alejamiento de todo lo que antes le daba sentido. La apatía sustituye a las ganas de vivir, dejando al sujeto en la soledad y el aislamiento. El mundo, su vida, se vuelve gris. La abulia parasita la vida del sujeto deprimido, falto de iniciativa, con gran dificultad para tomar decisiones. Son frecuentes los autorreproches asociados a una sensación de insuficiencia personal y una gran dificultad para encontrar placer donde antes se hallaba.
De forma general, aparecen relacionados los trastornos del sueño, de la libido, dificultad para concentrarse, pensamiento ralentizado y pérdida de memoria.
Una posición vital
Las manifestaciones depresivas se relacionan con diferentes situaciones vitales. Quizá se haya cedido en algo que era muy importante para la persona, aunque no sea consciente de ello. Puede tener como trasfondo una pérdida; de un vínculo amoroso, de un ideal…, algo fundamental para sostenerse en la vida. A veces es una forma de impotencia ante algo imposible de afrontar, incluso de soportar. La búsqueda incesante de satisfacción rápida también puede, paradójicamente, llevar a un estado depresivo.
Abordaje
La depresión produce mucho sufrimiento pero supone, al mismo tiempo, un cierre a hacerse preguntas sobre lo que está ocurriendo. La persona triste suele aferrarse a su tristeza. Ceder en lo realmente importante, no querer saber nada de eso, incluso negarlo , ancla al sujeto a esa tristeza infinita que actualmente llamamos depresión.
Como si el malestar que anuncia una tristeza no fuese justamente la posibilidad a una pregunta que traería una variación.
El tratamiento, en defintiva, empieza por ahí; abrir cuestiones que quedaron cerradas por respuestas rápidas o fueron directamente ignoradas. Es necesario cierto coraje para empezar a hacerse preguntas pero eso es, precisamente, lo puede traer un cambio.
Un proceso que haga posible un tránsito: desde «No tengo ganas de vivir.» a «No tengo ganas de vivir… así.» hacia «Tengo ganas de vivir.»